Origen: de íncubos y súcubos

Seis Titanes prepararon los enormes calderos sobre el fuego del volcán y forjaron en bronce una sólida armadura con la que, aprovechando su borrachera y la debilidad pasajera de su mente, vistieron al Íncubo de pies a cabeza. Dejáronle tan sólo libertos los ojos por dos agujeros del cerrado yelmo, y al enorme miembro viril que enarbolaba orgulloso el feo demonio, cual bandera fálica, un amplio resquicio por donde poder darle juego a sus incontenibles lujurias. E hicieron lo propio con la bella Súcubo; mas sólo cubrieron su cuerpo por tobillo, brazo y cintura, dejando totalmente libre su cara, pechos y blancas caderas, conscientes de ser necesario engañar a los ángeles con la lujuriosa vista de su inmensa belleza, aunque falsa y traicionera. A los dos soltaron desde el Inframundo hasta el mismo Cielo y, por más que buscaron yacer con sus complementos aprovechando un descuido en sus angelicales sueños y saciar con ellos sus bajos instintos, todo les fue en vano al no tener aquéllos sexo alguno que gozar…. Cansados de aguantarse sus irrefrenables ansias, los dos se miraron, se gustaron, se encontraron y yacieron juntos dos…, tres mil seguidos años… Y así se preñaron…Y de la bella Súcubo nacieron dos criaturas gemelas de distintos sexos, que llamaron Eh-Va y Ah-Dán, dignas semejanzas de sus demoníacos genitores…, y de ellos transmiten para siempre su ponzoñosa sangre y maldad…

(Del Libro de las Voces Silentes, Hecho 100)

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